viernes, 27 de febrero de 2009

A ECHARLE LA CULPA AL DOCENTE?


Un discurso apresurado y desinformadamente perenne rebota en la opinión pública acerca de la educación en el Perú: los maestros, su desidia, su incapacidad y su actitud demoníacamente ineficiente son la principal causa de la crisis educativa: 30.4% (Encuesta ULima 2009), 28% (Encuesta PUCP), 34% (Encuesta ULima 2008) y 43% (ENAD) de encuestados así lo afirma; es más, en el segundo caso, 75% piensa que los profesores hacen clase sin el interés de que sus alumnos estén aprendiendo o no.
Los resultados de la evaluación docente trajeron más carbones a la parrilla artesanal de este discurso (de 180 mil maestros, sólo 151 a nivel nacional logró una nota suficiente 14 y sólo el 1% lo aprobó). La evaluación de la OECD a nuestros niños, niñas y adolescentes tiró un galón de kerosene entero a la parrillada: Perú quedaba en último lugar de 131 países en logros de aprendizaje. ¡Los docentes, a la hoguera!. Publicaron el ranking y todo y rodó la bola de paja por el desierto, ni Alan PERU, ni Chang, ni la sociedad civil (¿no es curioso el nombre?) dijeron mucho….haciendo honor a nuestra buen amigo el pezweon….¡NO CONVIENE PEZWEON!
Pero, ¿estamos cocinando nuestro conocimiento sobre el problema educativo con el fuego adecuado?¿estamos preparando bien la receta alo Don Pedrito, Gastón o la Plevisani? ¿Es el maestro el culpable de “todas mis angustias y todos mis quebrantos” o en esta caza insaciable de brujas nos topamos con el actor más débil de la cadena que jala la educación y no vemos pobreza, desigualdad, discriminación, falta de voluntad política, falta de claridad técnica como los ingredientes reales de un problema más gordo?
De cada 10 escuelas en nuestro terruño patrio, 7 son multigrados y unidocentes; o sea, en buen cristiano, escuelas donde en un salón de clases estudian veinticinco chibolos de todos los grados de primaria juntos, revueltos y recontra revueltos. Un profesor les enseña a todos a la vez y todos responden a la vez (como si fuera un dialogo entre barras bravas de tribuna a tribuna, ¿se imaginan como sería?). Ajá, leyeron bien. 1 de unidad.

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9 de cada 10 escuelas multigrados están en áreas rurales, dispersas, olvidadas, a 1 o 2 horas de camino de donde los niños despiertan, separadas por un camino de heladas o de lluvias, se levantan como promesas fallidas de un desarrollo que no llega, ni el desagüe ni el abrigo ni el combo que te permitan vivir dignamente. Sin políticas educativas claras y contundentes, la escuela no puede llevar el peso de la culpa. ¿Los docentes, sí?

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Poco más del 2% de esos estudiantes comprende lo que lee al terminar el 2ndo año de primaria. Y si lo comprende, es posible que el contenido no tenga correlato con su realidad, es posible que le cuenten de un semáforo que no ve, de un lobo comedor de ovejas que tampoco ve. Los niños, bajo esta prédica occidental mal traducida, son conminados a leer antes que siquiera a socializar e interactuar entre ellos.
Aprenden mal a comunicarse, y retarse a leer como prioridad termina por confundir cualquier oportunidad de desarrollarse. El docente que no logra hacerlos leer es un incompetente. ¿Son todos los estándares iguales para todos?

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La escuela rural no es una escuela con paredes y rejas, es una escuela que se amplia a la comunidad: los padres apoyan al maestro, cocinan, reparan, construyen, y no sólo esperan a que el colegio le traiga a la hora de salida una niña más inteligente. No van apuntando con el dedo al docente, sino abriendo la mano para apoyar. Ellos no son encuestados, la opinión pública proviene de quienes leen el periódico en la ciudad.

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Mientras Ana Lucía (de 11 años) le enseñaba a sus compañeros a multiplicar con semillas sobre una mesa, la maestra enseñaba a Raquelita a entender la historia de la charapita y el venado (aka “La tortuga y la liebre” en versión selvática), y enseñar a 16 Raquelitas más en un simultáneo quehacer entre las geografías, matemáticas, comunicaciones e historias que cada una de ellas le preguntaba. “Raquelita, ¿a ti te gustaría ser rápida como el venado o lenta como la charapita?”
Raquelita me mira, mi presencia es invasiva-por-supuesto. Voltea: “Como la charapitaaaaaa“. Del mundo limeño del que yo vengo, donde paramos corriendo y venciendo en una lógica de Fórmula 1, el deseo de Raquelita de ser lenta y segura como la charapita, más que una respuesta, es una lección de vida.

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Este maestro que conocí en Lamas no es el culpable que sale en esa encuesta. Este maestro es un pulpo pródigo en dar, en atender 20 ojos que piden demandas distintas, que suman, multiplican, leen, se ríen y gritan angustias diferentes. Es un maestro con 3 gargantas y 2 juegos de pulmones, es un maestro divorciado de su familia a quien no ve durante toda la semana que pasa en la comunidad, es un maestro impotente, frustrado, emocionalmente apaleado por su país, con poca formación es verdad, pero entusiasta y heroicamente creativo.
¿Cuánto duraría tu ánimo, cholega, trabajando bajo estas condiciones y con el país en tu contra? ¿Pondrías de la tuya para capacitarte, abandonarías tu familia, viajarías 8 horas hasta la ciudad para rogar que te paguen a tiempo? Dime, aun con la frustración de trabajar con condiciones que no ayudan a obtener resultados en tus niños, ¿soportarías la impotencia adicional de arrastrar la culpa del desarrollo de un país con problemas de nutrición, servicios básicos, desarrollo local y calidad de vida que poco tienen que ver con tu venida a clase cada mañana? No pretendemos abogar por los malos maestros ni caer en generalizaciones pero conocemos a verdaderos Mc Gyvers de nuestra choledad educativa que sobreviven en una jungla de adversidades y que cargan, cual Atlas, con el Perú a cuestas.

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