jueves, 11 de febrero de 2010

Un portaaviones llamado Haití


La reacción de Estados Unidos de militarizar la parte haitiana de la isla luego del devastador terremoto del 12 de enero, debería enmarcarse en el contexto generado a raíz de la crisis financiera y económica y el ascenso de Barack Obama a la presidencia. Las tendencias de fondo ya estaban presentes pero la crisis las ha acelerado de modo que han ganado visibilidad. Se trata de la primera intervención de envergadura de la IV Flota, restablecida poco tiempo atrás.Con la crisis haitiana, la militarización de la relaciones entre Estados Unidos y América Latina avanza un paso más, como parte de la militarización de toda la política exterior de Washington. De ese modo, la superpotencia en declive intenta retardar el proceso que la convertirá en una potencia entre otras seis o siete en el mundo. La intervención es tan desembozada, que el periódico oficialista chino Diario del Pueblo (21 de enero) se pregunta si Estados Unidos pretende incorporar a Haití como un estado más de la unión.El diario chino recoge un análisis de la prestigiosa revista Time, donde se asegura que “Haití ya se ha convertido en el 51º estado de los Estados Unidos, y aún cuando no lo sea es por lo menos su patio trasero”. En efecto, en apenas una semana el Pentágono había movilizado hacia la isla un portaaviones, 33 aviones de socorro y numerosas naves de guerra además de 11 mil soldados. La Minustah, misión de la ONU para la estabilización de Haití, tiene apenas 7 mil soldados. Según Folha de Sao Paulo (20 de enero) Estados Unidos desplazó a Brasil de su lugar de dirección de la intervención militar en la isla, ya que en pocas semanas tendrá “doce veces más militares que Brasil en Haití”, llegando hasta los 16 mil efectivos.El mismo Diario del Pueblo, en un artículo sobre el “efecto estadounidense” en el Caribe, asegura que la intervención militar de ese país en Haití tendrá influencia en su estrategia en el Caribe y en América Latina donde mantiene una importante confrontación con Cuba y Venezuela. Esa región es, en la lectura de Beijing, “la puerta de su patio trasero”, a la que busca “controlar estrechamente” para “continuar alargando el radio de su influencia hacia el sur”.La escaladaTodo esto no es demasiado nuevo. Lo importante es que se inscribe en una escalada que se inició con el golpe militar en Honduras y con los acuerdos con Colombia para la utilización de siete bases en ese país. Si a eso se le suma el uso de las cuatro bases que el presidente de Panamá Ricardo Martinelli cedió a Washington en octubre, y las ya existentes en Aruba y Curaçao (islas próximas a Venezuela pertenecientes a Holanda), existen un total de trece bases rodeando el proceso bolivariano. Ahora, además, consigue un enorme portaaviones en el medio del Caribe.Lea el artículo completo en:

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